Miércoles, 15 de mayo 2024 - Diario digital del Perú

«Relámpago inmóvil» y la obsesión por el tiempo

Actualizado: 18 octubre, 2021

J. Carlos Flores Vargas

La alteración del discurrir del tiempo es uno de los supuestos más fantásticos concebidos por la mente humana. En «Viaje a la Semilla» (Alejo Carpentier), vemos la sucesión de causa y efecto en orden inverso; el cuento «La Noche» (Maupassant) nos muestra el tiempo paralizado por acción de la muerte; similar caso es el de «El Milagro Secreto» (Borges) donde es Dios quien le concede, secretamente, el plazo de un año de vida a un hombre a punto de ser fusilado. 

Alejo Carpentier estaba tan fascinado por el tiempo que publicó un libro de cuentos titulado «La Guerra del Tiempo» donde se refleja su fijación en los hechos históricos y el transcurrir del tiempo .

«Relámpago Inmóvil”, cuento ganador del Premio Copé 2008 y, quizá uno de los más celebrados de la historia de dicho concurso literario, es una de las narraciones que giran alrededor de esa obsesión. (Es curioso: la palabra «tiempo», no tiene sinónimos totales y solo se le acercan las palabras «lapso»,«plazo», «momento»…)

El personaje clave es Napoleón Bonaparte. No es ocioso contar que el gran estratega afirmaba que, luego de la batalla, no tenía que aprender absolutamente nada. Esa afirmación va contra toda noción dominante sobre la importancia de la experiencia y el aprendizaje. 

Pedro Ugarte, autor del «Relámpago Inmóvil» ofrece una explicación fantástica a su genialidad para la estrategia así como para su desprecio por el aprendizaje.

Esto porque, dentro de la ficción, el gran militar francés tiene la secreta facultad de usar un objeto para detener el tiempo y recorrer todo el campo de batalla caminando al costado de las balas de cañón suspendidas en el aire. No sucede en el cuento, pero se da a entender que es así. 

Esa habilidad de enredar los hilos de la realidad y la ficción hace del cuento una suerte de mazo con el que el escritor asalta al lector y lo rinde. La narración, dicen, es una suerte de acto hipnótico del que uno se libera solo al acabar la última línea. Esa afirmación puede ser confirmada luego de la lectura del Relámpago Inmóvil. 

En la narración, antes que Napoleón, el poseedor del mágico objeto fue su padre y antes que éste, el economista Francisco Quesnay. 

El aprovechamiento del prodigio fue muy distinto en cada usuario, incluso para ver los maravillosos senos de una mujer que se muestra a su amante. 

El pasaje sugiere las diferentes posibilidades originadas por la variedad de temperamentos y capacidades. Es tal la cantidad de mensajes y apreciaciones contenidas en la excelente ficción.

Para no alargar más esta ligera reseña, vale decir que, el motor más efectivo para la creación no es la búsqueda obsesiva de técnicas de narración o la sofisticación insoportable del estilo, sino el uso de la imaginación asentada en la basta cultura. Es el recordatorio de Pedro Ugarte para el que escribe.


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