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¿La indiferencia política es un verdadero peligro?

Actualizado: 4 octubre, 2020

Jorge Luis Choque

ANDINA

El concepto de ciudadanía ha evolucionado, esencialmente, a partir de tres nociones: los derechos individuales, sociales y políticos; la pertenencia a una comunidad y el ejercicio de la responsabilidad cívica. La ciudadanía se encarga de otorgar un status igualitario a los miembros de una sociedad, mismos que adquieren un conjunto de derechos y obligaciones, y de quienes, se asume, comparten tanto intereses como valores. Asimismo, se ejerce en el espacio público, por lo tanto, se encuentra directamente asociada con la actividad política.

La relación ciudadanía-política, puede reconocerse en la participación de las personas en los procesos electorales, la formulación de políticas públicas o propuestas legislativas y los movimientos de opinión política y expresión social.

En mi opinión, la ciudadanía es una condición que se asume y que su fortalecimiento es producto de un esfuerzo individual a favor del bien colectivo. Esto conlleva no sólo beneficios a la sociedad, sino también al compromiso de asumir reglas y cumplirlas, independientemente del interés personal. Entre más activa y propositiva sea la ciudadanía, habrá un mejor ejercicio de la política.

Entonces la política, debe entenderse como “una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos”. La política es la ciencia de la gobernación de un Estado o nación, y también un arte de negociación para conciliar intereses. El término política es polisémico. Etimológicamente la palabra política proviene “del latín politicus adjetivo de político; del griego polítikòs, de los ciudadanos; de politês ciudadano; y de pòlis ciudad” (GÓMEZ, 2001 p 552), es decir, política es aquello que involucra a los ciudadanos y los asuntos públicos. Por otra parte, la definición nominal se entiende como “gobierno, guía, dirección, mandato” (LAROUSSE, 2001 p 413)

Respecto a la politica, dirá Pericles, somos los únicos que consideramos, no hombre pacífico, sino inútil, al que nada participa en ella. Para Bertolt Brecht, el peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida depende de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos, el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales. Por su parte Maquiavelo advirtió: si no hay ciudadanos comprometidos, capaces de vigilar y resistir a los arrogantes y los viciosos, y de implicarse en la búsqueda del bien común, la república muere y se convierte en un lugar donde unos pocos dominan y los demás sirven.

Para Antonio Gramsci (Odio a los indiferentes. 1917), Vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado? Odio a los indiferentes porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho.»

Para Marx y Engels, Lenin y Trotsky, Luxemburg y Gramsci la política no puede estudiarse aislada del resto de la sociedad.

La política está en todas partes y es causa y consecuencia de los cambios sociales y económicos de todo el mundo. Desde las primeras democracias griegas, pasando por las falsas democracias, dictaduras, hasta la situación actual; la política es un juego complejo que afecta a todo el mundo lo quiera o no. Y aunque a veces resulte complicada de entender.

Por eso, cada vez que cuestionemos, a las “autoridades” de los diferentes niveles de gobierno, por los desaciertos que cometen, así como por los desastrosos resultados de la gestión pública, debemos de recordar que ellos llegaron ahí como resultado de la “elección popular”, con nuestro voto o nuestra indiferencia.

En ese sentido, debe tener presente que sólo desde la esfera del poder político se pueden tomar las medidas determinantes del progreso, el estancamiento o el retroceso de un país. Solo el gobierno tiene el poder, los recursos, la institucionalidad, la capacidad logística y el personal suficiente para acometer y resolver los retos fundamentales de una nación.

Entonces, en vez de despreciar la política y a quienes se involucran en ella, debemos interesarnos más y a todo nivel, y comprometerse en la medida que nos permita las circunstancias. Solo así mejorará la política. Solo así podremos salir adelante.


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