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Tupac Amaru inmortal


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
06/11/2022

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El 4 de noviembre de 1780, estalló en Sangarara, Cusco, la más grandiosa rebelión nativa de todos los tiempos, liderada por José Gabriel Condorcanqui Noguera-Tupac Amaru II. Conmocionó al mundo y aterró a los colonialistas del sistema de dominación monárquica. Fue la culminación de sucesivas rebeliones en diversas localidades andinas, contra los abusos de los extranjeros que los despojaron del Tahuantinsuyo y se apropiaron de su territorio.

Han pasado más de 240 años y la lucha continúa, porque los abusivos colonialistas pasaron a ser los gobernantes de la república. Los descendientes de estos, siguen dominando a los descendientes de los nativos. No tenemos la versión nativa de los hechos históricos, pero sabemos que los dueños originarios del territorio andino, nunca dejaron de luchar por la recuperación de su patria, desde los inicios de la conquista.

Actualmente, la lucha prosigue porque al igual que en el virreinato, expoliadores extraños, en condición de inversionistas, invaden el hábitat nativo, se adueñan de su suelo, de sus recursos naturales y saquean las riquezas que los nativos heredaron de sus antepasados. Los depredadores capitalistas, dejan en escombros la ecología de la vivencia nativa. Si los nativos protestan, se les reprime como en el coloniaje. En el fondo, es la misma figura del abuso de poder de los dominantes.

Como sabemos, históricamente, las mayores inversiones mineras han estado en las regiones de Cajamarca, Huancavelica, Cerro de Pasco y, Apurímac que, por ello, son las de mayor pobreza en nuestro país y tienen entre sus escombros, inmensos pasivos ambientales. La carroña que dejan las corporaciones mineras al estado, como impuestos, no compensan los daños ecológicos, ni la pérdida de riqueza para la sostenibilidad de generaciones futuras.

Es por eso que, la veneración a Tupac Amaru II no se extingue en la memoria nacional, en el pensamiento político y en el sentimiento ancestral. No solo en el Perú, sino también, en todo el territorio que fue el Tahuantinsuyo y más. No desparecerá, hasta que las causas de la añoranza lo mantengan vivo en el clamor popular.

Hacia 1750, las rebeliones se intensificaron por la tiranía de los corregidores, que eran las autoridades supremas en las provincias. Cobraban los impuestos a los nativos arrebatándoles sus propiedades si no pagaban, establecían las “mitas” de trabajo forzado por turnos anuales en las minas y, obrajes manufactureros de mortífera explotación de fuerza humana, abusaban con el sistema obligatorio de los “repartimientos” de mercadería sobrevaluada que los nativos estaban obligados a comprarles, aunque no les gustasen, como naipes, libros que no sabían leer, vestimentas europeas, etc. etc.

En un informe de una misión científica que pasó por Perú en aquellos años (Juan y Ulloa) se lee: “El origen principal de los abusos y extorsiones cometidos por los corregidores, eran la codicia insaciable…. Era indispensable labrar fortuna, pronto y bien, y el único camino para lograrlo, consistía en explotar las fuerzas, el trabajo y hasta la existencia misma de los indígenas”. (Diccionario Histórico Biográfico del Perú- Tomo VIII).

Pero también ahora, sigue “la codicia insaciable” de las corporaciones, capitalistas coludidas con los neo corregidores adictos a la corrupción. Están en la minería, hidrocarburos, servicios, concesiones forestales, tecnología, latifundios agro exportadores, agro importación, cadenas de tiendas comerciales, cadenas de farmacias y muchas otras formas de arrebatarnos riqueza. Todo esto hace que el resentimiento nativo se acumule y quizá estalle en algún momento.

“No más pobres en un país rico” dijo un defraudador político y Chumbivilcas que antes luchó contra los corregidores, está ahora, en pie de lucha precisamente porque en medio de la riqueza minera, no tienen los servicios básicos de agua potable, desagüe, infraestructura educativa, y siguen cultivando con instrumentos de labranza prehispánicos. Las mujeres trabajando con sus bebes a la espalda, sin descanso por maternidad, sin seguro social, sin gratificaciones, sin bonificación por escolaridad, etc.

En cambio, los parlamentarios gozan de todas las bonificaciones y el presidente carga con la familia y amigos, en el avión presidencial a costa del erario nacional. ¿Cómo no anhelar entonces, la resurrección de Tupac Amaru, para terminar lo que dejó pendiente? Velasco acogió este sentimiento nacional y la figura de Tupac Amaru fue el ícono de su gobierno revolucionario. ¡Qué diferencia con el que se abraza de la OEA para guarecerse de las penalidades de sus malos manejos!

Tupac Amaru representa pues, la lucha contra la injusticia social, la esclavitud laboral, el abuso en todo régimen de explotación humana, contra las inequidades sociales y, la discriminación indígena. Por eso mismo, está en los ideales de libertad, autonomía nacional, equidad social, patriotismo, reivindicación de los pueblos originarios, defensa de las riquezas naturales, nacionalismo, integración andina y solidaridad.

El pueblo oprimido se identifica con Tupac Amaru por lo que significó y sigue significando en este sistema republicano de opresión. Tras su muerte, se le dio la razón eliminando el régimen de los corregidores y estableciendo las intendencias que, la república las mantuvo como prefecturas. Pero la dominación colonial no suelta el poder republicano y por eso vemos a su descendencia presidir el poder legislativo, como hemos tenido en el anterior parlamento a Vitucho García Belaunde, descendiente de Juan de la Torre, uno de los trece de la Isla del gallo, con Pizarro.

Por el contrario, la población nativa es marginada del poder y subestimada por racismo. Pero no olvidemos que, junto con Tupac Amaru, se sublevaron otros revolucionarios como José Bermejo, Antonio Oblitas, Antonio Bastidas, Francisco Túpac Amaru, su hijo Hipólito y muchos otros líderes nativos. Especial homenaje merecen Micaela Bastidas, su esposa, la curaca o cacica de Acos Tomasa Condemayta, Marcela Castro y las esposas de los sublevados que estuvieron siempre junto a ellos.

Tupac Amaru era descendiente del inca Huayna Capac, de quien Huáscar heredó el mando. Asesinado este, asumió su hermano Manco Inca. Asesinado este, por los españoles, el sucesor fue su hijo Sayri Tupac a quien la dominación española sedujo y lo mantuvo custodiado, muriendo sospechosamente de manera extraña. Su hermano Felipe Tupac Amaru, tomó la posta, pero desconfiando de los españoles permaneció en Vilcabamba, preservando su autonomía.

Temeroso de que tramara una rebelión para recuperar el Tahuantinsuyo, el virrey Toledo lo hizo perseguir y tras su captura, fue ejecutado públicamente en la plaza del Cusco en 1579, a pesar de los ruegos de clérigos y personalidades, al no comprobarse los cargos atribuidos. El llanto masivo altisonante de la población nativa en el escenario fue desgarrador.

Hija de Felipe Tupac-Amaru fue Juana Pilcohuaco, (nieta de Manco Inca y bisnieta de Huayna Capac) que casó con Diego Felipe Condorcanqui, curaca jefe de Curimana. De este matrimonio nació Blas Condorcanqui, que heredó el cargo, y fue abuelo de José Gabriel, cuyos padres fueron Miguel Condorcanqui y Rosa Noguera.

Bueno pues, no tendría sentido conmemorar este acontecimiento histórico, si no fuera por la responsabilidad que nos compromete a seguir su ejemplo, pues lo que hagamos por la justicia social, será la mejor herencia para nuestra descendencia y porque la lucha, es la única forma de forjar un futuro de bienestar equitativo para la sociedad nacional y mundial. 

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