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Lima, elecciones y futuro


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
07/10/2022

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Las últimas elecciones sub nacionales no han sido gratas para la mayoría del electorado, pero ya se sabía de la deshonestidad de la mayoría de candidatos. En esta democracia del dinero, suelen triunfar los que hacen mejor marketing político, aunque la oferta sea falsa. A esta situación hemos llegado en nuestra realidad política.

No busquemos culpables afuera, sin mirar dentro de nosotros. La calidad de un producto depende de los insumos del proceso. Tenemos responsabilidad en el resultado obtenido, por lo que hayamos hecho y dejado de hacer al respecto. En nosotros está, haber permitido la desnaturalización política de impostura electoral.

A falta de un marco orientador del rol que corresponde a las instancias de gobierno intermedio, en el proyecto de desarrollo nacional, cada autoridad secundaria hace de las suyas, sin racionalidad alguna. Priman los intereses personales de las autoridades electas que buscan recuperar el dinero invertido en la campaña. (propio o, ajeno). No hay planes integrales de gobierno local, provincial, ni regionales, porque no es una condición obligatoria.

Lo que hay, es una distorsión de las funciones y atribuciones. Aunque la ley señala la misión institucional, hay una preferencia por los gastos en obras de infraestructura. Es así, porque la norma no expresa, es que el 10% de los contratos millonarios, son para la autoridad corrupta que otorga la buena pro a las empresas beneficiarias. Las licitaciones son farsa en la generalidad de casos.

En esta mala práctica gubernamental, por más que el ámbito territorial sea netamente agropecuario, los proyectos y presupuestos priorizan la construcción de hospitales, estadios, coliseos monumentales, carreteras y otros, cuyos montos son elevados y no, la inversión productiva agraria. Muchos alcaldes construyen y remodelan parques innecesariamente, solo por la coima. El gasto público se va en monumentos, veredas y locales municipales de varios pisos, en medio de la pobreza de la vecindad.

En el caso de Lima, el alcalde electo es el que le compró el partido político “Solidaridad Nacional” al ex alcalde Castañeda acusado de corrupción. Como propietario de los derechos de este partido le cambió la razón social y símbolos. Los electores hartos de los partidos tradicionales, lo vieron como partido nuevo y distinto, sin percatarse de la jugada.

Pero esta estafa política como las otras que usan la membresía de partidos ajenos como vientre de alquiler, está permitida por la autoridad electoral y nosotros no solo lo hemos aceptado, sino también hemos hecho usos de esta suplantación, en varios casos de alianzas en las que un partido tenía la inscripción vigente y traficaba con esa membresía para sacar provecho particular.

Pero en general, las autoridades regionales y municipales electas, no tienen consciencia de la problemática social ni visión de futuro. Para Lima, solo buscan resolver las fallas caóticas previsibles, como es el caso vial y la seguridad ciudadana. No ven que la población crece y el agua disminuye. El río Rímac es un botadero de basura y derrames tóxicos contaminantes. No se avizora que las condiciones se agravarán en un futuro cercano.

Cada vez más, el espacio urbano se comprime y las congestiones de todo tipo deterioran las condiciones de vida humana. El metro cuadrado urbano contaminado, cuesta más que una hectárea de campo agrícola con ambiente saludable. Pero Lima ha llegado a esta situación a través de un proceso histórico nacional y el enfoque de su problemática no debería ser aislado, sin considerar el pasado, presente y futuro nacional.

Lima fue fundada por los conquistadores del Tahuantinsuyo, como una aduana del imperio español. Su finalidad era servir de canal de salida de las riquezas capturadas a la población colonizada hacia la metrópoli imperial y, controlar el intercambio comercial de los colonialistas. Su ubicación obedece a esa finalidad, y a su cercanía al embarcadero marítimo, más conveniente para el imperio español.

La capital del territorio conquistado estaba en el Cusco y en la región de la sierra, porque la dinámica económica social era netamente andina y rural. La colonia, enlazó al Perú al mar comercial a través de Lima colonial y fue la capital del virreinato, pero no era la ciudad más importante ni la más adinerada. Las arcas coloniales de Cusco y Puno eran más abundantes porque tenían mayor población nativa, que era la que pagaba los impuestos (tributo indígena).

Al inicio de la república, Cusco seguía siendo la ciudad más poblada, seguido por Huancayo, Trujillo y, Ayacucho, antes que Lima. En 1850, la costa albergaba al 18% de la población nacional; la sierra, el 80%; y la selva, el 2%. Pero, entre 1876 y 1940, la población de la costa aumentó 343%; pasando a ser la región más importante y poblada.

Hubo un proceso de urbanización y centralización, por la variación de la economía nacional. La industrialización mundial requería materia prima, insumos y mano de obra. Perú se fue convirtiendo en proveedor de esta necesidad. La economía se orientó hacia los cultivos industriales como el algodón y caña de azúcar que, requerían abundante mano de obra.

Se tuvo que recurrir a la importación de mano de obra china. Las ciudades de la costa se fueron poblando con el crecimiento de la manufactura algodonera. Casi toda la costa vivía del algodón, en la cadena económica: Producción agrícola, comercialización, hilandería, textilería, confecciones, etc. La oligarquía terrateniente manejaba el país según su conveniencia, acaparando el poder político y todos los negocios. Lima se fue convirtiendo en el centro del poder, de la organización social, económica, política y demás.

Con la manufactura, el Perú se hizo cada vez más urbano generando desequilibrios por desigualdad de desarrollo con lo rural. Junto al desarrollo urbano y al centralismo de Lima, surgieron los problemas habitacionales, laborales, transporte, etc.

En este proceso, el 48,9% del total de las empresas se ubicaron en Lima y Callao (INEI), determinando un alto grado de concentración empresarial en la capital del país. Arequipa y Trujillo no pasaban del 6% del total de empresas. Este proceso de centralismo no se ha detenido y aunque hay gobiernos regionales, estos dependen totalmente de Lima para todas sus actividades.

En estas condiciones, en la distribución del gasto público, Lima absorbe alrededor del 30% del presupuesto nacional, mientras Madre de Dios, Moquegua, Pasco, Tumbes no reciben ni el 1%. En Lima está la concentración financiera, el dinero que mueve todo, pues concentra el 85 % de los fondos crediticios del país. Esto hace que Lima, concentre el 50% del PBI nacional.

En esta trayectoria, Lima Metropolitana bordea los 11 millones de habitantes (el 32% de la población peruana). Solo el distrito de San Juan de Lurigancho tiene más de un millón de habitantes. Esto es, más del doble de lo que tiene la ciudad de Ica y otras capitales regionales. La población limeña al 2050 superará los 40 millones y a mayor población las necesidades se multiplicarán en servicios de salud, educación, agua potable, electrificación, personal policial, judicial, etc.

Pero Lima ya no tiene condiciones para seguir creciendo desproporcionadamente. Es urgente pues, corregir los problemas derivados del centralismo para que Lima como ciudad, tenga un futuro racional. Absurdamente, tenemos tres regiones en un solo departamento: Región Lima Provincias, Región Callao y Región Lima Metropolitana.

No seguimos un plan de ordenamiento territorial apropiado para el país y mientras se mantenga el centralismo, Lima podría estallar agobiada por sus problemas. No hay un enfoque sistémico de nuestro hábitat sobre la base del agua y la ecología. Quizá sea el momento de refundar la república con un nuevo diseño de federación de estados regionales, con autonomía económica y de autogobierno, sin tener que depender de la capital para sus asuntos locales.

Pero por lo menos se podría cerrar los flujos problemáticos. No otorgar más licencias de funcionamiento, ni sedes administrativas a una serie de empresas con inversiones totales en provincias. Sacar fuera de Lima las fábricas de alto consumo de agua, como cervecerías, embotelladoras de agua que destruyen la capa de agua subterránea y nos la venden con sobreprecio, fábricas contaminantes y todo aquello que perjudique las condiciones de vida de la vecindad. Retirar las cárceles de la capital hacia la cordillera, etc.

En fin, se podría ir progresivamente, a un régimen que desintoxique Lima, y revierta el centralismo para un desarrollo nacional, equilibrado, racional y más equitativo. Quizá el intercambio de ideas al respecto, enriquezca nuestra visión con respecto a esta temática.

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