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Votos en blanco y viciado en un proceso electoral obligatorio


Jorge Luis Choque

Jorge Luis Choque
24/03/2021

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En diferentes procesos electorales, ha habido actitudes políticas sugiriendo a la gente que no vaya a votar o emita un voto viciado, con el propósito de lograr invalidar las elecciones. El año 2001, Jaime Bayly y Álvaro Vargas Llosa, realizaron una campaña con ese propósito, pero no lograron que los nulos y blancos a superen la cantidad deseada; sin embargo, el año 2016 los nulos y blancos llegaron a ser el 36%, pero no tan alto para anular la elección. Una elección solo puede ser anulada si más de los dos tercios de los votos son nulos y blancos, y en la historia del Perú eso nunca ha ocurrido a pesar que hubo varios intentos que buscaron dicho objetivo sin éxito.

Si bien el voto en nuestro país, es de carácter obligatorio conforme señala la constitución; sin embargo, esta situación no limita al elector sobre la libertad de elegir el sentido de la votación, bien sea por un determinado candidato, viciando su voto o dejándolo en blanco, cualquiera de las tres opciones son legítimas. En el caso del voto en blanco denota una indecisión que no se logra resolver; en cambio, con el voto viciado es una expresión de su desacuerdo del elector; y, finalmente hay también el voto nulo, que se produce por errores al marcar la cédula.

¿Qué efectos tienen los votos blancos y nulos en una elección?

En las últimas elecciones congresales de 2016, más de seis millones de peruanos votaron en blanco o viciaron su cédula de sufragio. Por el descarte de estas actas indebidamente marcadas, aquel proceso de casi 19 millones de votos pasó a tener solo 12 millones de votos válidos. En 2011, los votos blancos y nulos para el Parlamento sumaron poco menos de 4 millones, por lo que solo se contabilizaron unos 13 millones de votos. 

Al reducir el universo de votos válidos, la cantidad de votos blancos y nulos permite otorgar cierta ventaja a algunos candidatos sobre otros para superar la valla electoral del 5%, así como en la distribución del número de escaños por cada organización política. De igual manera se aplica este procedimiento para establecer si un partido logró el porcentaje para ser declarado ganador en primer a vuelta y/o quienes pasan a segunda vuelta.

¿Por qué razones está creciendo la tendencia al voto en blanco o viciado?

La pérdida de confianza, por los signos de corrupción que involucra a autoridades electas y líderes de las organizaciones políticas, constituye uno de los factores más importantes y que influye en este tipo de comportamiento electoral. Según el estudio realizado por GRADE, la tolerancia política, el apoyo al sistema y la confianza en las instituciones políticas en Perú, se encuentran entre las más bajas de América Latina. Solo el 32 % de los peruanos confía en los partidos políticos: el 36,6 % en el Congreso, el 39,4 % en el sistema de justicia, y el 40,1 % en la Policía Nacional del Perú.

Los efectos de la desconfianza y falta de compromiso hacia las políticas de Estado conllevan a una grave debilidad institucional. Representa una seria limitación para el desarrollo sostenible del país, pues sin confianza no hay participación de la población, y sin ella no puede efectuarse un verdadero desarrollo nacional. Una autoridad sin el respaldo del electoral va perdiendo legitimidad en el tiempo y así la democracia languidece.

La corrupción y sus efectos en la pérdida de la confianza

El efecto más perverso de la corrupción es el debilitamiento del sistema democrático, la afirmación de una forma de vida más bien alejada de los hábitos y virtudes propias de la democracia; pues la corrupción, mina los principios esenciales de una sociedad democrática como son la objetividad, legalidad, transparencia y rendición de cuentas. La corrupción afecta el proceso de creación y planificación de las políticas públicas, en tanto condiciona la definición e implantación de éstas, que serán desarrolladas no en aras del interés general, sino por el interés particular, provocando antipatía y pérdida de confianza en las instituciones públicas en general y el deterioro de la moral y la ética pública. 

En estas condiciones, la democracia no podrá subsistir, pero la corrupción seguirá reinando. Como refiere Alfonso Quiroz, pareciera que los “sistemas políticos realmente necesitan la corrupción como un lubricante para funcionar y brindar un grado de estabilidad y posicionamiento a grupos emergentes”.  

La clase política en el Perú ha empeorado, evidencia una exigua preparación, la ausencia de propuestas viables, la improvisación y la demagogia son hechos frecuentes; vemos candidatos al congreso que hacen gala de una vergonzosa ignorancia política; en contrapartida, abundan los adjetivos e improperios que se lanzan de manera constante e indistintamente.  En ese desorden, cunde el escepticismo que alimenta a los electores a optar por políticas extremistas, ya sean “de derechas” o “de izquierdas”, para beneplácito de la corrupción.
Antes de elegir, deberíamos decidir entre un político o un estadista, “El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”. (Otto Von Bismarck).

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