Historia: Cuando el fútbol peruano enfureció y humilló a Hitler
Ese agosto, la selección peruana compuesta por mestizos quechuas, mulatos y negros le hicieron morder el polvo de la humillación en su propio país al mismísimo Adolfo Hitler quien regó de sangre el mundo propugnando la superioridad de la raza aria.
Gracias al fútbol, un país pequeño puede ser grande (Roger Milla, futbolista camerunés).
El deporte y especialmente el fútbol, considerado el más popular del mundo, tiene un inmenso poder en geopolítica y en realidad constituye otro campo de batalla por el dominio del planeta. Adolf Hitler organizó a instancias de su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels los Juegos Olímpicos de Verano 1936 en Berlín para mostrar la superioridad del ‘hombre ario’ y del sistema nazi, ordenando al mismo tiempo a los medios de comunicación hacer para que «el criterio racial pasara completamente inadvertido en la información». Sin embargo, nunca le pasó por la cabeza que el equipo de fútbol de Alemania fuera eliminado y que la selección del país donde nació, Austria sería derrotada por Perú, un país tan insignificante para Hitler quien planificaba que aquella nación de ‘morochos incas’ iba a ser absorbida por Chile y Argentina después de que Alemania se apoderase de Suramérica.
Según los testigos y las declaraciones posteriores de los participantes peruanos, los futbolistas ‘incas’ tuvieron que asimilar la brutalidad de sus rivales desde el comienzo del encuentro, así como la imparcialidad demasiado evidente del árbitro Kristiansen que apoyó abiertamente al equipo austríaco. Los rivales de los peruanos jugaron recio y brutal usando manos y piernas, de tal manera que Jorge ‘Campolo’ Alcalde fue privado del conocimiento por un golpe alemán. Al finalizar el segundo tiempo con el marcador 2 a 2, Juanito Delgado quedó tendido en el suelo y ‘Lolo’ Fernández tenía hemorragia nasal.Tal fue la situación que antes de iniciarse el tiempo complementario, el presidente de la delegación rojiblanca, Claudio Martínez aconsejó a su equipo «repeler de la misma forma que lo estaban haciendo los jugadores de Austria» y el entrenador peruano Alberto Denegri exhortó a los futbolistas a jugar de tal forma que pronunció: «Si quieren fútbol, fútbol tendrán; si quieren masacre, masacre tendrán; si quieren golpes, golpes tendrán. Los peruanos somos tan hombres como los hombres en cualquier país». Y los rojiblancos respondieron y ganaron por 4 a 2, pero hubo un reclamo de Austria indicando que en el segundo tiempo extra los aficionados peruanos habían invadido el campo de juego e impidieron a jugar a los austríacos.
Los dirigentes de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) y el COI Comité Olímpico Internacional convocaron esa misma noche a un tribunal de la FIFA integrado exclusivamente por los europeos, los que dictaminaron anular el partido y ordenaron un nuevo encuentro entre Austria y Perú que debía jugarse nuevamente dos días después y sin público. Aquella decisión indudablemente tendía a favorecer al equipo perdedor. Ante esta situación el presidente de la delegación, Claudio Martínez consultó con las autoridades peruanas y con el presidente de la república, general Oscar R. Benavides quien ordenó el retiro inmediato de la delegación de los Juegos Olímpicos para no consagrar una injusticia.
En señal de protesta contra estas acciones de la FIFA y del COI, la delegación colombiana también abandonó Alemania. Las selecciones de Argentina, Chile, Uruguay y México expresaron su solidaridad con Perú. De no haber sido anulado el encuentro con Austria, Perú debía jugar el tercer partido contra Polonia y una victoria le hubiera abierto el camino a las finales y tal vez al triunfo, algo que los europeos miraban con recelo e inquietud debido a la gran impresión que dejó el equipo peruano en su primera actuación con Finlandia.
Para los estudiosos de la Alemania nazi, es realmente difícil creer que las fuerzas de seguridad como la SS y la Gestapo hubieran permitido entrar libremente al estadio, repleto de espectadores donde se encontraba la cúpula del Gobierno presidida por el mismísimo führer, a mil peruanos ‘morochos incas’, «armados de revólveres, barras de metal y cuchillos» y que eran vistos despectivamente por los alemanes. Decir que «Hitler era imparcial» en estas olimpiadas es desconocer totalmente la historia y al fascismo y la mentalidad irracional del canciller de Alemania quien también se negó a entregar personalmente ninguna de las cuatro medallas de oro que el afroamericano Jesse Owens había ganado, es más, sin poder ocultar su disgusto Hitler había abandonado el estadio.
También Pierre de Coubertin apoyó la idea de Hitler de celebrar los próximos Juegos Olímpicos en 1940 en Japón y después designar a Alemania como la sede permanente de los Juegos Olímpicos Internacionales. Según Coubertin, «los alemanes tienen completa comprensión del poder cultural de la idea olímpica y por eso conquistaron mi corazón… siendo Hitler uno de los más creativos espíritus de nuestra época». El führer supo apreciar este gesto y los aportes del barón al fortalecimiento de la imagen positiva de la Alemania nazi y así autorizó el envío de un cheque por 10.000 marcos alemanes que «Coubertin aceptó con gran placer y gratitud». También el Gobierno alemán presionó a los Comités Olímpicos de Noruega y Francia para que aportaran a la Fundación Pierre-de-Coubertin 5.000 reich marks cada uno.