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Cuando las grandes gestas del pueblo se convierten en nuevos sellos de dominación


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Hugo Salinas
10/12/2019

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Mis abuelos ya lo decían con toda claridad. La mejor cuña proviene de la astilla del mismo palo. Y es esto lo que sucede en las grandes movilizaciones sociales de tiempos modernos. Es el caso, por ejemplo, de la gran huelga que paraliza Francia pero que, una vez más, sus dirigentes se encargarán de amansarlo, para que el statu quo continúe como si nada hubiera pasado.

¿Cómo y por qué sucede esto?

No podemos decir que las huelgas son ineficaces en sí. La prueba lo tenemos en aquella manifestación obrera que costó la vida de varios de sus miembros pero que, para suerte del resto, se logró la jornada de 8 horas diarias en lugar de 10, 12, 14 y más horas por día, que era moneda corriente. Sin ocultar con ello que, en muchos lugares y en formas diferentes, se continúa con aquella práctica de sacarle al trabajador, por el mismo salario, la última gota de esfuerzo.

Pero analicemos lo que sucede en el caso de grandes movilizaciones sociales que “hacen temblar al poder en plaza”.

Lo primero que debemos destacar en el caso concreto de una huelga, y que no es muy diferente de las otras grandes movilizaciones sociales de protesta, es lo siguiente: en una huelga, la pieza clave es el Pliego de Reclamos. Y alrededor de ella se instalan dos contrincantes. Uno, que pide. Es la masa de trabajadores asalariados. Otro, encarnado en la persona de quienes manejan la empresa, la industria, la administración central, son los que tienen el sartén por el mango.

Desde ya, y esto hay que retenerlo con bastante claridad, hay uno que pide; y otro que otorga, si le viene en gana. Este es la imagen a retener de una huelga, más allá de si es numerosa, masiva, seguida por todos los trabajadores, o no.

Dicho de otra manera, en el caso de este tipo de movilizaciones sociales, los que piden están aceptando, de antemano, quién es y seguirá siendo el amo, el patrón. Este tipo de relación – dominante / dominado –  no está en cuestionamiento en una huelga. Lo único que se quiere es que el patrón sea más indulgente con “sus” trabajadores, sean estos asalariados, esclavos o siervos.

Esta es la fuerza y la debilidad de una huelga, como el de otras movilizaciones de protesta. Su fuerza radica en el número, tanto de los huelguistas como de la adhesión del resto de la población. El resultado de una gran movilización, en el mejor de los casos, es que se logra el cumplimiento del Pliego de Reclamos.

La debilidad de la huelga, o de una gran movilización social, es el hecho de que, una vez conseguido el objetivo o no, las cosas vuelven a su estado anterior. Es decir, el trabajador asalariado, esclavo o siervo, sigue en su posición de dominado y, por tanto, viviendo de las dádivas del patrón, sean estas más jugosas para unos o menos para la mayoría.

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