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La irá contenida


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
25/10/2019

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Piñera ha hecho en Chile lo que Vizcarra hizo con las comunidades ancestrales cusqueñas, en paro al ser afectadas por el corredor minero de la transnacional china dueña de Las Bambas: Declarar el estado de emergencia y enviar tropas militares a reprimir las protestas. Sin embargo, los que se rasgan la vestidura por los sucesos en Chile, callan ante el abuso contra los nuestros.

Pero son dos caras del mismo modelo neoliberal que se nos ha impuesto como camisa de fuerza eliminando toda protección social. En el estado de derecho neoliberal, los órganos de gobierno están “atados de manos” pues el mercado es el que gobierna de facto pasando todo a manos privadas. Pero el mercado es controlado por la oligarquía mundial propietaria de las grandes cadenas monopólicas, sin ninguna consideración social. La gente puede estar muriéndose, pero el Estado protege a la inversión privada antes que a la sociedad.

Imitando a Chile se privatizó el fondo de pensiones en el Perú (AFP), se entregaron al sector privado las empresas estatales satanizadas, se dio pase libre a las cadenas comerciales y farmacéuticas, se entregó la educación universitaria a la voracidad lucrativa haciendo a los dueños millonarios y gobernantes con partidos políticos propios. Se privatizaron los servicios públicos básicos, electricidad, teléfonos, se exoneró de impuestos y obligaciones laborales a las transnacionales de la agro exportación.

Con este modelo se puso en boga las concesiones de negocios más lucrativas, aeropuertos, puertos, infraestructura vial, peajes a 30 y más años. Todo está concesionado y hasta Machupicchu también. Solo falta privatizar el agua y el aire. Este modelo es el que abrió las puertas a la corrupción en todas las obras públicas, caminos, irrigaciones, hidroeléctricas, etc. Lobistas y testaferros ocupan los más altos cargos de la administración estatal.

Pero este copamiento de la vida nacional, en beneficio de la gran inversión privada angurrienta, causa grave daño por todos lados. Tal es el caso del encarecimiento de las medicinas que impide salvar vidas. Por eso, este modelo neoliberal ha hecho de Chile, el país donde los sistemas educativos son los más caros del mundo, el servicio de agua es privado, el sistema de pensiones es privado y en crisis como acá, los salarios son bajos como acá y el acceso a vivienda propia es un imposible para los pobres, como acá.

El neoliberalismo trae consigo la insoportable delincuencia de todo nivel. En solo un año, del 2017 al 2018 las denuncias por robo subieron 151.59%. Y para el 2019, los números siguen en alza: al 31 de mayo de este año, las denuncias por robo ya eran más de la mitad de lo que se reportó en todo el 2018. El sicariato es de todos los días. La gente está harta del deterioro económico, social y político. La indignación social puede estallar en cualquier momento.

El pueblo puede ser sometido a la fuerza como lo hacían los colonialistas mediante medidas gubernamentales y la fuerza armada. Pero todo tiene un límite. La rabia por impotencia al no poder hacer nada frente al poder que criminaliza la protesta va acumulándose. Pedir justicia, es hacer apología del terrorismo y reclamar agrupadamente es delito contra el orden público. Los rebeldes siempre van presos, como lo hemos visto en Las Bambas.

Cuando el pueblo no se somete y persiste en su rebeldía se aplica el estado de emergencia y estado de sitio. El gobierno pone las balas y el pueblo los muertos. Por siglos se viene controlando la ira popular de este modo, desde la colonia hasta la república, cuya democracia es solo para los dominadores, pero no para los dominados. Son muchos los casos de rebeldía autóctona al no poder soportar más, tantas injusticias y son millones, los asesinados por la represión.

Al igual que los embalses de agua que rompen el dique por excesos, ocasionando estragos a su paso, así también, el estallido social rompe los muros de contención ocasionando desgracias. Los saqueos, incendios y violencia irracional son inevitables en estos casos. En el caso chileno, el reclamo por el alza de pasajes solo ha sido un detonante de una acumulación explosiva latente.

En nuestro país, el monto de los sobreprecios en obras, adendas y coimas millonarias de las autoridades las termina pagando el pueblo con el IGV, peajes, y otras imposiciones de recaudación. Solo el pueblo paga impuestos de su bolsillo, las empresas trasladan el impuesto al precio y hasta se les devuelve lo pagado. Tenemos pues, mucha ira histórica acumulada porque el asunto viene de siglos, sin ser escuchados.

Pero la indignación acumulada puede despertar al volcán. Todo está podrido suele decir la gente y con los corruptos en el poder es una utopía eliminar la corrupción. Esta ira no tiene ideología y por eso su estallido no tiene control alguno. ¿Alguien puede negar que hay un gran resentimiento nacional e impotencia, frente a las desigualdades e injusticias? ¿Que se añora el pasado ancestral porque la seudo democracia neoliberal solo es para una minoría adinerada y no, para la mayoría?

¿Es necesario que suceda lo de Chile para recién cambiar lo que ocasiona ira popular? No es cuestión de contentar a la población con regalitos engañosos de aumento de salario mínimo, ni de reducir horas laborables, como despreciativamente lo hace Piñera. Pasado los días volverán a lo mismo porque el neoliberalismo los neutralizará con otros ajustes. Mientras el modelo neoliberal no sea cambiado, los problemas continuarán.

Muchos dirán: Si el modelo es el causante de los males, simplemente hay que cambiarlo. Si pues, pero el problema es que no tenemos el poder para hacerlo. Construir ese poder es lo que deberíamos hacer para refundar la república en términos equitativos de justicia social. No se trata solo de cambiar gobernantes del legislativo y ejecutivo con nuevas elecciones, porque el problema no es de personas sino sistémico. O no.

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