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Aborto político


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
06/09/2019

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ANDINA/Difusión

En estos días, el país está pendiente de la evolución de lo que se ha dado en llamar crisis política. ¿Cómo es que se ha llegado a esta situación? En la retrospectiva vemos al nuevo gobierno instalado en el 2016 como resultado de un proceso fraudulento igual que los anteriores. La voluntad popular fue distorsionada por el dinero y ese, era el producto obtenido. Develada la corrupción desde el exterior, se vino la noche para los involucrados y este hecho, fue clave en el derrumbe político que todavía no acaba.

Las indagaciones nos hicieron ver la magnitud de la podredumbre y las ramificaciones de un sistema mafioso que no solo maneja partidos políticos sino también el poder judicial, y el electoral, contraloría, instituciones públicas y privadas, ministerios, licitaciones de inversión, festinación de trámites y requisitos, etc. Toda la estructura de la edificación de la vieja república está resquebrajada y las rajaduras llegan hasta los distritos más pequeños.

Por suerte, hay fiscales que todavía no han podido ser anulados y trabajan contra la tradición institucional. Frente a esta fortaleza, los involucrados han maniobrado diversos actos de sabotaje, a pesar de lo cual los principales vienen cayendo sucesivamente después de haber negado sus inmoralidades. El pánico se apoderó de un rankeado que terminó auto eliminándose. Cayeron varios del Ejecutivo incluyendo el presidente en ejercicio. Su reemplazante Vizcarra fue bien recibido por el fujimorismo, aunque su lideresa también fue a prisión.

Pero Vizcarra, teniendo rabo de paja, entró con ínfulas de luchar contra la corrupción subiéndose al carro de fiscales y eso, generó distanciamiento con el fujimorismo que, desde el Parlamento viene saboteando las investigaciones pues su organización y líderes, están comprometidos. Vizcarra fue más allá de sus funciones ejecutivas, pasando al ataque político mediante propuestas legislativas contrarias al sentir fujimorista exigiendo su aprobación bajo la Espada de Damocles vestida de “cuestión de confianza”.

El enfrentamiento se ha agudizado y el concepto público es que hay una crisis política por la confrontación entre el Congreso y el Ejecutivo. Pero estrictamente, no son todos en ambos lados. De un lado está el presidente en solitario y del otro, el fujimorismo con mayoría en el Congreso. Pero este no es el problema de fondo. Es la estructura republicana la que se encuentra agrietada en situación calamitosa pues la corrupción es sistémica. ¿Esto se resolverá adelantando elecciones?

El presidente Vizcarra nos ha cambiado el panorama, haciéndonos olvidar lo fundamental para hacernos ver que el problema es solo el fujimorismo: “Muerto el perro, muerta la rabia”. Con esta salida de “borrón y cuenta nueva” se evita que prospere la demanda nacional de restructurar la república en vista de que todo está podrido. No es suficiente “que se vayan todos” si todo va a continuar como antes. La poda de una rama no elimina el mal de un árbol.

Lo que correspondería es, declarar en reorganización la vieja república y proceder a su restructuración. Pero claro, esto no conviene a los beneficiarios del sistema ni a quienes detentan el poder real y el poder político. Ni hablar de eso. Hay que poner un parche a modo de reforma política y asunto arreglado. Con maquillaje o sin ella, no hay problema pues los procesos electorales son manejables mediante el dinero de manera legal y encubierta.

Nada impide que los familiares y allegados de los corruptos reemplacen a los que se van, ni que las agrupaciones se cambien de ropaje. Los corruptos del bicentenario solo esperan que se enfríe el escándalo de la corrupción para volver a las andanzas. Total, en nuevas elecciones se pueden negociar alianzas y votos a cambio de amnistía política e indultos para los políticos corruptos. Además, ya están varios ambiciosos de poder político haciendo cola y el ruido de la campaña electoral sepultará todo, para volver a tener otro gobierno mal nacido.

Desde la izquierda se plantea una nueva Constitución como solución al problema. Es lo deseable, pero tendríamos que analizar si hay condiciones favorables para lograr una Carta Magna que responda a nuestras expectativas. Si no las tenemos, la naturaleza de la nueva Constitución sería incierta. El principal obstáculo que tenemos es el régimen eleccionario que nos discrimina y falsifica la representatividad social.

La historia nacional nos dice que todas las constituciones que han regido el país, han sido promovidas desde el poder y no, desde afuera. Lo mismo ha sucedido en el ámbito internacional. Esto ya nos da una conclusión contundente. Ningún gobierno convoca a una constituyente contraria a sus deseos. La constitución vigente fue implantada por Fujimori porque la del 79 no le servía para sus planes neoliberales.

Pero no cabe duda de que tenemos que trabajar para que se den las condiciones requeridas y es bueno tener una alternativa constitucional propia como referente. Para nosotros una nueva Constitución significa la refundación de la república con nuevo diseño de organización social, de administración política, geográfica y económica. El solo debate de propuestas enriquecerá nuestro acervo político y nos dará armas para enfrentar al enemigo político.

Entonces tenemos que pensar ¿Qué clase de sociedad somos y cuál es la sociedad a la que aspiramos en los términos actuales? ¿Por ahora, cuáles serían los objetivos de la sociedad bajo las actuales condiciones mundiales? De los objetivos dependerá la estructura de nuestro diseño constitucional. ¿Cómo nos organizamos para alcanzar esos objetivos? ¿Cuáles serían los criterios para una nueva administración política realmente democrática?

¿Cuáles serían los pilares de nuestro desarrollo económico? ¿Cuál sería el diseño de la división política geográfica? ¿Cómo asegurar que todos los sectores socioeconómicos tengan representación equitativa en el gobierno nacional? ¿Tendrán derecho de representación las nacionalidades andinas y amazónicas? ¿Seguiremos con los moldes aristocráticos y privilegios bicentenarios? ¿Seguiremos con el mismo sistema de separación de poderes que tantos conflictos ocasiona?

Surgen pues, una serie de temas de derechos de las personas, o derechos humanos y de las colectividades. También asuntos de soberanía nacional, de relaciones económicas internacionales, política exterior, desarrollo estratégico, carácter del estado, la arbitrariedad religiosa, la restructuración completa de instituciones públicas, etc. Si intercambiamos ideas al respecto será de mucha utilidad. Podríamos aprovechar las circunstancias para avanzar en un proyecto nacional propio. ¿No les parece?

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