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Visión política


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
10/08/2019

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La dialéctica no enseña a ver más allá de la coyuntura. No hay efecto sin causa, todo en el universo es proceso, no hay acción sin reacción, todo tiene su tiempo, etc. Sin embargo, sucede a menudo que estamos en medio de un problema, pero no lo vemos. Tal parece ser ahora que está creciendo el deterioro de la economía popular, pero muchos no se percatan. Como sucede en las enfermedades, los síntomas no lo percibimos hasta que el mal toca nuestras puertas, pero ya es tarde.

El asunto es que, los primeros en sentir los males económicos son los más indefensos. Los niños piden pan porque tienen hambre, pero no hay el dinero y lo poco que hay, no alcanza. Si no hay empleo tampoco hay ingresos y entonces se recurre a los mecanismos de sobrevivencia, generando empleo por sus propios medios o arrebatando lo ajeno. No hay otra alternativa para las víctimas de una administración estatal incapaz de generar empleo.

Pero vemos que el victimario actúa al revés. Lejos de ir a las causas, solo ataca las consecuencias. La maquinaria del sistema arroja todos los días decenas de casos delincuenciales, algunos de los cuales los vemos por televisión, pero la administración estatal solo atina a reprimir el producto final. Esto significa más policías, vehículos, equipos, locales, etc., pero también más fiscales, infraestructura de investigación, personal auxiliar y como no, más juzgados con todo el equipamiento, más expedientes, más gastos, etc.

Todo esto se refleja en la distribución del presupuesto de la república y lo que se incrementa en estos sectores, es lo que le estamos quitando a los programas de desarrollo y de alivio a la pobreza. Crece el aparato represivo, pero baja el de la producción de alimentos. Es que, mientras no se corte la materia prima que abastece la producción delincuencial, entonces el sistema seguirá arrojando el mismo producto social.

La prensa reporta un fenómeno creciente de lucha dramática de quienes tratan de sobrevivir mediante el comercio ambulatorio y la represión que sufren constantemente. Pero lejos de comprender el problema, la prensa nos hace parcializarnos con los represores, a tal punto que el alcalde del distrito La Victoria sube su nivel de aprobación y hasta lo bocean como candidato a la presidencia. Lógicamente, otros alcaldes también buscan el aplauso haciendo lo mismo, y la represión municipal se extiende a otros puntos de la capital y provincias, como si fuera digno de elogio.

Hablamos de estar siempre al lado del pueblo, pero no conozco de algún grupo político que haya salido en defensa de este segmento social de trabajadores ambulantes que solo buscan sobrevivir. La represión no elimina el problema. Es la administración estatal la que ha generado la informalidad, pero con cinismo perverso enarbola la bandera de la formalidad como la gran solución a los males económicos. Es la bandera de la CONFIEP para que la dejen comer sola sin compartir con los hambrientos.

En defensa de las víctimas del sistema, nos corresponde proponer un tratamiento diferente si queremos ser honestos con nuestra ideología. Veamos las causas de los problemas sociales y no ir detrás de Vizcarra apoyando sus arrebatos. La proliferación del comercio ambulatorio es consecuencia y no causa. En la óptica interesada de la derecha, solo se ataca el resultado final y no los orígenes del mal.

Entonces se sigue las fórmulas de la CONFIEP que siempre dicen tener la solución. Es decir, la salvación de los oprimidos, la tienen los opresores. En el CADE pasado propusieron su Plan de Competitividad y Vizcarra les ha dado el gusto con el DS 237-2019-EF, el pasado 28 de julio. Ella dice que el enfrentamiento entre poderes políticos perjudica sus inversiones y Vizcarra pide adelanto de elecciones, para que venga un nuevo gobierno más proclive a la misma, con el aplauso de quienes dicen ser enemigos de la CONFIEP y, los que antes repudiaron el cierre del Congreso (Fujimori), ahora lo piden a gritos.

Se enarbola la lucha contra la corrupción con la que todos estamos de acuerdo, pero la corrupción es consecuencia y no causa. Lo mismo sucede con el caso de Tía María en el que tanto ha insistido la CONFIEP y que por darles el gusto Vizcarra se ha creado un gran problema con la población del sur. Pero este caso es solo consecuencia de una política entreguista de nuestros recursos naturales, no es la causa. Se gobierna actuando sobre el producto final sin ver los orígenes. Esta visión también está entre nosotros.

Todos los problemas sociales, económicos, políticos, los podemos analizar desde una óptica dialéctica. He puesto a disposición de nuestras filas los elementos básicos de la visión dialéctica en el libro: “Razonando con la dialéctica”, pero hay quienes no se interesan. Sea como fuere, necesitamos un mejor desempeño en nuestro accionar político. Las nuevas generaciones de luchadores sociales necesitan de nuestra orientación y de nuestra experiencia, para ser más certeros en sus apreciaciones y movilizaciones.

Salvo mejor parecer.

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