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EEUU ataque a Venezuela: un asunto estratégico


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
15/02/2019

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Estamos en el año 19 del siglo en curso y en un momento crucial de la historia de la humanidad. Lejanos han quedado los años revolucionarios del capitalismo insurgiendo contra el despotismo monárquico enarbolando las banderas de libertad, igualdad, autodeterminación de los pueblos y otros principios doctrinarios contra los cuales hoy se opone despóticamente, para poder sobrevivir. Pero la dialéctica es inexorable.

EE UU erigió su hegemonía favorecido por las circunstancias históricas que le dieron prevalencia en el dominio del planeta. Mientras su fortaleza crecía sin mayor resistencia tenía el campo libre. Pero la resistencia fue creciendo y entonces tuvo que tomar medidas militares y políticas para mantener la predominancia. Por la propia dinámica del capitalismo, su fortaleza se ha venido erosionando perdiendo capacidades, sin posibilidades de recuperación. La libertad de comercio que antes fue su estandarte hoy se vuelve contra sí, causándole serias heridas.

Antes era enemigo del proteccionismo pero ahora recurre a este. A esta altura de la historia, todavía sigue siendo fuerte, pero cada vez menos. La clave está en su economía que ha sido la base de su poderío militar. Su solvencia está declinando. Todavía puede aplicar represalias económicas abusivas contra los pueblos rebeldes pero el tiro le sale por la culata generando una tendencia cada vez mayor de abandonar el dólar como divisa, lo cual podría ser nefasto para la economía estadounidense.

Hoy tiene muchas dificultades de liquidez para mantener el armazón internacional de protección, montado para preservar su hegemonía mundial. Su fracaso en Siria esconde muchas de sus debilidades y su retiro disimulado de la región árabe, así como la desactivación silenciosa de lejanas bases militares dicen mucho de la pérdida de su capacidad económica militar.

El 12 de febrero el Departamento del Tesoro de EE.UU. anunció que la deuda nacional ha alcanzado la cifra récord de 22,01 billones de dólares. La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que la deuda nacional representa ya, el 78 por ciento del PIB, (la cifra más alta desde 1950). A todo esto se suma, el desborde migratorio como nunca había sucedido antes y que amenaza invadir su territorio. Esta presión podría crecer alarmantemente.

En América latina, EE UU ya ha perdido mucho terreno y lo seguirá perdiendo a medida que China, Rusia y otros países adversos se vayan posesionando. En Perú el principal inversor estratégico es China, que se apodera de nuestros recursos naturales, pero también tiene intereses en todo el continente y este proceso podría ser irreversible, lo cual, condiciona los planes estadounidenses.

Por lo pronto, el jefe del Comando Sur de los EE.UU., almirante Craig S. Faller, expresó esta semana ante el Senado norteamericano su «preocupación» por el posible uso «no civil» de una base de observación espacial china instalada en la Patagonia, cuyo concesión legal es de 200 has., por 50 años, con beneficios para Argentina pero con autonomía estratégica china.

China ya está construyendo en Nicaragua un canal alternativo al canal de Panamá, en una concesión por 50 años, como ofreció al Perú el ferrocarril estratégico interoceánico que está pendiente desde el gobierno pasado y que Bolivia lo tiene en sus planes. La particularidad es que se trata de inversiones estratégicas planificadas por el gobierno chino y no por empresas privadas. Este acceso, se ha dado con el establecimiento de gobiernos populares en América latina. Ello explica el acoso al gobierno de Nicaragua y los desmontajes en Argentina, Ecuador y, Brasil.

Con el gobierno de Velasco Alvarado, EE UU perdió la exclusividad monopólica de dominio pues el Perú, optó por un modelo diferente diversificando el desarrollo. Dejó de ser dependiente de la tecnología militar, suministros y maquinaria de guerra norteamericana. Los aviones, barcos de guerra, tanque, cohetes nucleares, armamento, equipos provenían en gran parte de la Unión Soviética, Francia y hasta la formación militar tomó un giro europeo. Esto, no se lo perdonaron a Velasco.

Los de edad avanzada recordarán que, lo que hoy hacen con Venezuela, lo hicieron antes con Velasco. Le hicieron mala fama de dictador, provocaron desabastecimiento, sacaron a las calles a la delincuencia política anidada en el partido aprista, encabezado por el joven Alan García, incendiaron diarios, soliviantaron la policía y el divisionismo en las fuerzas armadas. Allí, la CIA captó traidores que pretextando la limitación física del presidente y fingiendo profundizar las reformas, lo depusieron en términos castrenses y retornó la podredumbre que nos agobia.

En el caso de Venezuela, también se cortó el suministro de guerra de exclusividad estadounidense y se han firmado acuerdos militares con Rusia, aparte de acuerdos comerciales. Esto significa pérdida de mercado y de ingresos para EE UU., en una situación de carencias presupuestales. No se trata pues de un asunto de democracia como se pretende hacer creer al mundo, sino de un asunto económico estratégico. El objetivo es recuperar la posición perdida.

Los gobiernos populares resultan perjudiciales para EE UU, y si el Perú accede a un gobierno popular tendrá que afrontar estos problemas con la inteligencia apropiada. La izquierda peruana debería tener clara una percepción más coherente, pero hay quienes solo ven a Maduro y a Trump, mientras que otros toman distancia política calculada alejándose de, gobierno de Venezuela sin percatarse que caen en el juego de EE UU. La falta de claridad les impide ver el bosque en el horizonte.

En vista del fracaso de la estrategia anterior contra el gobierno de Venezuela, que duró más de dos meses de violencia callejera, EE UU busca ahora una mayor contundencia. Todo lo que estamos viendo ha sido planificado. Autoproclamación de un presidente paralelo, mover el Grupo de Lima, comprometer mayor boicot internacional, azuzar un golpe militar, socavar la moral popular, gran cobertura prensa internacional, presión de organismos internacionales y, suministro de medicinas y víveres como ayuda humanitaria para ganar adeptos.

La opción militar de abrir un frente de guerra en América latina en las condiciones en que se encuentra EE UU y ante la presencia chino rusa en Latinoamérica, es muy riesgosa porque las derivaciones podrían ser funestas para el futuro norteamericano. “El remedio podría ser peor que la enfermedad”, razón por la cual, no queda más que agotar la vía política ya que el golpe militar no ha sido posible.

El operativo internacional está calculado para una caída rápida y segura del gobierno venezolano porque si se prolonga, el montaje podría desinflarse después de haber comprometido a varios países que quedarían en ridículo. ¿Y si esta movida no da resultado, cómo queda nuestro país? Como miserable adulón, como infraterno, como ingrato histórico. Pero esta posición es solo del gobierno y no del pueblo peruano que se avergüenza de esta confabulación. Es el mismo estilo que nos condujo a la derrota en la guerra con Chile. El pueblo fue ignorado.

Ahora que, hasta en la izquierda se promueve el festejo del Bicentenario de la Independencia del virreinato del Perú, sin libertad de esclavos y sin emancipación de los aborígenes, auténticos dueños del territorio, sin devolver lo ajeno que tomaron por la violencia, despojando de su patria tahuantinsuyana a la población andina; resulta irónico conmemorar una independencia que no la tenemos todavía. No somos libres, no somos independientes, no tenemos soberanía nacional, estamos sometidos a EE UU y en peligro de quedar enganchados al dominio chino.

El esclarecimiento entre nosotros quizá no tenga mucho valor que hacerlo expansivamente al conocimiento de nuestro pueblo. Hay que asumir esta tarea.

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