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FAP entrenaba a temibles sicarios en mismo cuartel del Estado


Rene Calderon

Rene Calderon
13/05/2017

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FOTO: El Comercio

Con cursos intensivos que duraban una semana, las cuales tenían cinco fases y cuyo costo era de 2 mil dólares por persona, peligrosos sicarios eran entrenados en la Base Aérea de Pucusana (Lima), que además habían convertido en el supermercado de armas del mundo del hampa.

Allí fueron entrenados, por ejemplo, “Abanto”, “Jairol”, “Cigarro”, “Charapa” y “Magnum”, todos ellos exconvictos y asesinos a sueldo. Según revela el semanario «Hildebrandt en sus Trece», estos peligrosos sicarios primero realizaron un reconocimiento de armas, es decir, “el montaje y desmontaje” de los fusiles Galil y AKM, así como de las pistolas Pietro Beretta.

Tras ello, desarrollaron la “triangulación del armamento largo a 300 metros de distancia”, para luego ser entrenados en el cambio de cacerinas. En la cuarta etapa, los sicarios perfeccionaron sus disparos en el polígono de tiro, supervisados siempre por instructores de la Fuerza Aérea del Perú (FAP); y finalmente fueron capacitados en el uso de granadas de guerra.

Todo este entramado, que tiene a la FAP en el ojo de la tormenta, pues puso sus instalaciones al servicio del crimen organizado, tiene como implicados a empresarios, funcionarios de la Superintendencia Nacional de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec), agentes de la Policía y personal de la misma FAP.

Los principales actores, sin embargo, y por quienes se descubrió esta red criminal que fue denominada «Trilogía», son Roberto Subauste Roca y Alberto Marcelino Ascarruz Chavarría. Mientras el primero es exmiembro de la Fuerza Aérea, experto en armas, el segundo es un técnico de tercera de la FAP en actividad, con especialidad en mantenimiento de operación de armas desde el 2014.

Subauste, quien estuvo preso por tráfico ilícito de armas (2007-13), era el nexo para adquirir la mercancía, que se sacaba del inventario de la armería de la FAP y se entregaba a las organizaciones criminales. En tanto, Ascarruz Chavarría, promoción de Subauste, se encargaba de hacer pasar a los delincuentes como agentes de seguridad para entrenarlos en la base de Pucusana de la FAP.

Otro implicado en el caso es Néstor Espinoza Justiniano, conocido como ‘Burro’, quien entrenaba a los sicarios en su polígono, que funcionaba en el primer piso de su casa, en Breña. Además era el dueño de tres empresas en las que se proveía de armas y municiones a quienes adquirían licencias en complicidad con funcionarios de la Sucamec.

Cabe indicar que, como resultado de un megaoperativo a fines de abril pasado, respecto a este escandaloso asunto, se detuvo a nueve personas y ocho inmuebles fueron allanados; asimismo, se incautaron 1,300 armas de fuego, más de 1 millón 300 mil municiones de diversos calibres, 335 cacerinas y alrededor de 78 mil soles.

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